Luego de esa vez, una y otra vez, hubo un hombre de arena con un corazón de arena.
Todos los días a un montón de arena muchos vientos le levantaban y cuando se agotaban le depositaban.
Cada vez que los vientos se agotaban, había al menos un hombre de arena con un corazón de arena.
Para ser, el hombre de arena con corazón de arena, necesitaba del cansancio de los vientos, y es que nunca se atrevió a volar con ellos.
Solo se dejaba llevar, se dejaba depositar.
En cada metro, en cada esquina, en cada hueco, el hombre de arena nunca supo como tener alas.
Cada imagen, cada suspiro eran sonidos que no sabía como escuchar.
Este hombre de arena con corazón de arena nunca quiso retener y nunca quiso ser retenido.
El hombre de arena en realidad nunca quiso porque nunca supo que querer, porque nunca conoció realmente nada.
Solo, absolutamente solo, se dejaba llevar y dejaba depositar…
Para un hombre de arena con un corazón de arena no hay mejor amigo que un viento…un hombre que nunca quiso, que no quiere y nunca querrá…
Todo por no saber absolutamente nada.
M.J.