sábado, 16 de agosto de 2008

CORAZÓN DE ARENA

Había una vez un hombre de arena que tenía un corazón de arena.
Luego de esa vez, una y otra vez, hubo un hombre de arena con un corazón de arena.
Todos los días a un montón de arena muchos vientos le levantaban y cuando se agotaban le depositaban.
Cada vez que los vientos se agotaban, había al menos un hombre de arena con un corazón de arena.
Para ser, el hombre de arena con corazón de arena, necesitaba del cansancio de los vientos, y es que nunca se atrevió a volar con ellos.
Solo se dejaba llevar, se dejaba depositar.
En cada metro, en cada esquina, en cada hueco, el hombre de arena nunca supo como tener alas.
Cada imagen, cada suspiro eran sonidos que no sabía como escuchar.
Este hombre de arena con corazón de arena nunca quiso retener y nunca quiso ser retenido.
El hombre de arena en realidad nunca quiso porque nunca supo que querer, porque nunca conoció realmente nada.
Solo, absolutamente solo, se dejaba llevar y dejaba depositar…
Para un hombre de arena con un corazón de arena no hay mejor amigo que un viento…un hombre que nunca quiso, que no quiere y nunca querrá…
Todo por no saber absolutamente nada.
M.J.

viernes, 1 de agosto de 2008

DE NERUDA

Simplemente me encantó este poema...


AL PIE DESDE SU NIÑO
EL pie del niño aún no sabe que es pie y quiere ser mariposa o manzana.
Pero luego los vidrios y las piedras,las calles, las escaleras, y los caminos de la tierra dura van enseñando al pie que no puede volar, que no puede ser fruto redondo en una rama. El pie del niño entonces fue derrotado, cayó en la batalla, fue prisionero, condenado a vivir en un zapato.
Poco a poco sin luz fue conociendo el mundo a su manera, sin conocer el otro pie, encerrado, explorando la vida como un ciego.
Aquellas suaves uñas de cuarzo, de racimo, se endurecieron, se mudaron en opaca substancia, en cuerno duro, y los pequeños pétalos del niño se aplastaron, se desequilibraron, tomaron formas de reptil sin ojos, cabezas triangulares de gusano. Y luego encallecieron, se cubrieron con mínimos volcanes de la muerte, inaceptables endurecimientos.
Pero este ciego anduvo sin tregua, sin parar hora tras hora, el pie y el otro pie, ahora de hombre o de mujer, arriba, abajo,por los campos, las minas,los almacenes y los ministerios, atrás, afuera, adentro, adelante,este pie trabajó con su zapato, apenas tuvo tiempo de estar desnudo en el amor o el sueño, caminó, caminaron hasta que el hombre entero se detuvo.
Y entonces a la tierra bajó y no supo nada, porque allí todo y todo estaba oscuro, no supo que había dejado de ser pie, si lo enterraban para que volara o para que pudiera ser manzana.

Pablo Neruda.


Dedicado a Rosarito que también se enamoró del poema.