domingo, 3 de mayo de 2009
Mañana Será
Mañana es mañana y hoy será pasado.
Mañana será mi día porque hoy le pertenece a otro.
Mañana será mi alternativa,
Hoy quiero mi oportunidad.
Me urge mañana porque entonces quiero ser.
Mañana es mi futuro y será mi tradición.
Hoy me duele mañana y quizás mañana también.
Pero mañana no es todavía y todavía puedo ser.
M.J.
lunes, 2 de marzo de 2009
Un jueguito
Me encantó este juego:
Si pudieras en una conversación reunir a tu “Yo” presente con tu “Yo” pasado (ese yo no responde estrictamente a la distinción psicoanalítica entre yo, ello y súper yo, sino que justamente comprende a las tres dimensiones como sinónimo de personalidad integral)… ¿Qué crees que se dirían? ¿Qué te dirías? ¿Te advertirías sobre algo? ¿Procurarías conservar ciertas cosas?
Creo que yo particularmente, tendría muchas cosas para decirme y también muchas para callar, para ocultar…Creo que incluso, trataría de sortear la tentación de reducir la sorpresa e incrementar el control. Finalmente cedería a la tentación puesto que…al fin y al cabo, no se puede, al menos por ahora, modificar el pasado y solo me tengo en el presente en todas mis dimensiones. Pensándolo así, dicha conversación no pasaría de ser hipotética, una interesante ficción.
¿Qué le diría aquella niña de limitado vocabulario y casi ilimitada imaginación a esta mujer de hoy?
Creo que si me pensara en aquel entonces, lo más importante para decirme sería lo siguiente:
Punto número uno: recuerda siempre que no hay límites para los sueños.
Número dos: no renuncies nunca a la felicidad plena.
Número tres: no te conformes nunca con solo cumplir.
Número…: recuerda estar siempre en cada uno de los detalles.
Número…: ten siempre presente que eres tu centro aunque no el del mundo.
Número…: procura siempre conservar los significados.
Número…: hay pocas cosas en la vida que valen una gran tristeza.
Número…: esfuérzate mucho para que el miedo solo te ocupe unos segundos.
Número…: que ninguna experiencia insatisfactoria deje en vos una gota de cinismo.
Número…: Finalmente…tienes todo el tiempo del mundo para todo lo que te propongas.
Y a su vez, esta mujer que debería haber ganado en experiencia y haber perdido en inocencias, cómo le hablaría?
Le diría que los límites no lo son tanto para los sueños como para las realidades pero que casi todos pueden ser franqueados.
Que la felicidad es un instante, que pasa tan rápido que a veces ni nos damos cuenta que la sentimos, que por suerte no es una sola sino varias y que precisamente vivimos para esos instantes y que por lo tanto…tenemos que estar muy atentos para poder sentirla en plenitud. Le diría que no lo sabe pero que algún día se dará cuenta de que a veces fue una niña melancólica con una infancia muy feliz.
Que como no todo en la vida es felicidad y satisfacción, también hay espacios en los que solo se cumple.
Que lo de mirar los detalles es siempre un desafío porque nos atiborran con imágenes.
Que a veces cuando el conflicto con nosotras mismas no nos deja ver con claridad, no esta del todo mal hacer de los otros tu centro porque finalmente uno ya esta en ellos y ellos pueden ayudarte a encontrarte. Y que en realidad el centro es el mundo.
Que las palabras y los conceptos, viviendo, se resignifican.
Que con la conciencia cada vez más habitada te invade la sensación de que pocas cosas son tan puras para valer una gran felicidad.
Que el miedo ocupa muchos segundos cuando se multiplican porque incursionas en cosas nuevas y que justamente cada cosa nueva es vital.
Que el cinismo es casi una condición para salir del estado de naturaleza y que casi siempre se va a sentir desgarrada por el deseo de ser siempre un poco incivilizada.
Que el tiempo no existe, que solo hay un sistema de medición de sucesiones que nos inventamos para recordarnos que debemos aprovechar el infinitesimal suceso que somos.
Si alguien tiene ganas de jugar también, esta gustosamente invitado.
M.J.
sábado, 14 de febrero de 2009
SI SE PUDIERAN OIR NUESTROS PENSAMIENTOS, TODOS SERÍAMOS CONSIDERADOS LOCOS.
El reverendo Edwin Abbott publicó a principios del siglo XX un inquietante titulado “Flatland”. La traducción vendría a ser algo así como “Planolandia”, y en él se contaba la historia de un habitante del mundo bidimensional, es decir, de una realidad que sólo tiene longitud y anchura, pero no altura. Es un mundo plano, como la superficie de una hoja de papel, habitado por líneas, triángulos, cuadrados.
Sus moradores pueden moverse libremente en esta superficie, pero, al igual que las sombras, ni pueden ascender por encima ni descender por debajo de ella. Ellos ignoran esta limitación, porque la idea de una tercera dimensión les resulta inimaginable, hasta que uno de los habitantes de Planolandia, un cuadrado, tiene un sueño en el que viaja a un mundo unidimensional, cuyos habitantes son puntos y rayas. Todos se mueven hacia delante o hacia atrás, pero siempre sobre una línea, a la que llaman su mundo. El cuadrado intenta explicar a la raya más larga de “Linelandia”, el monarca, que existe otro mundo de dos dimensiones, pero la idea les resulta tan inconcebible que todos los habitantes se lanzan sobre el cuadrado con la intención de asesinarle: para ellos, el cuadrado está loco.
Salgamos del libro del reverendo Abbott. Muchos años después, en nuestro mundo tridimensional, un psiquiatra realizó un fascinante estudio para averiguar cuánto influye el hecho de emitir un diagnóstico psiquiátrico sobre las personas en la forma en que entendemos su comportamiento. Se preguntaba: ¿qué pasaría si un número de personas, completamente cuerdas, trataran de ingresar en un hospital psiquiátrico fingiendo padecer alguno de los síntomas de la locura? ¿Se los calificaría de locos? Y, caso de ser admitidos en el hospital, ¿se darían cuenta los doctores de que se trataba de una impostura?
Los ocho participantes en la investigación (psicólogos, psiquiatras, pediatras, un ama de casa…) solicitaron una cita quejándose de oír voces. Estos dos datos (las voces imaginarias y la verdadera profesión) fueron los únicos elementos de la impostura: no mintieron en sus sentimientos, sus pensamientos o los acontecimientos significativos de su vida… Y todos ellos, personas sanas, fueron diagnosticados como psicóticos o esquizofrénicos.
Tan pronto como los pseudo pacientes quedaron al cuidado del psiquiatra, dejaron de simular los síntomas de la enfermedad y se mostraron amistosos y con deseos de cooperar… Pero todos fueron dados de alta con el diagnóstico de “esquizofrenia en remisión”, indicativo de que el engaño no había sido descubierto.
El experimento demostró que etiquetar a una persona como enfermo mental hace que, de alguna forma, dejemos de escucharla.
¿Es posible escuchar a aquellos que viven en realidades ajenas a las nuestras? ¿Hay posibilidad de comunicación cuando dos personas viven en mundos distintos o es inevitable que uno califique al otro de loco?
En Planolandia, el libro del reverendo Abbott, el cuadrado que ha soñado que no es comprendido por los que viven en un mundo unidimensional, consigue comunicarse con una esfera y empieza a predicar el evangelio de la posibilidad de tres dimensiones.
Desdichadamente, es condenada a cadena perpetua en un psiquiátrico bidimensional.